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(VIDEOS) 70 años de la partición de Palestina por la ONU: gran victoria (injusta) del sionismo

Autor: Pedro Costa Morata (opinión)

Publicado:

29 de noviembre de 1947. Los israelíes celebran en las calles de Tel-Aviv la aprobación por la ONU de la partición de Palestina en dos territorios, uno árabe y otro israelí.

Fue la antesala de la creación del Estado de Israel por el movimiento sionista que venía trabajando por este objetivo desde más de medio siglo antes, y que desde entonces viene protagonizando algunas de las crisis más graves que ha vivido el mundo, aparte de una permanente, e impune, humillación de las poblaciones palestinas originarias. La decisión de la Asamblea General de la flamante Organización de las Naciones Unidas, del 29 de noviembre de 1947 (Resolución 181), dividió el territorio que el Reino Unido se autoatribuyó –y la entonces Sociedad de Naciones legalizó como Mandato al final de la I Guerra Mundial– rematando la prolongada e hiriente injusticia iniciada con la “Declaración Balfour”, del 2 de noviembre de 1917, por la que el Gobierno de Su Majestad prometía un “Hogar Judío” al movimiento sionista, activo y exigente desde el gobierno y las instituciones británicas.

Se llegaba así al final de un proceso de rechazo y resistencia de la población árabe-palestina, iniciado cuando se hizo efectiva la ocupación británica del país tras la ocupación de los territorios del Imperio Turco vencido; y se hacía realidad el sostenido empeño británico en entregar el territorio a los sionistas para establecer el “Hogar Judío”. En la votación se produjeron 33 votos afirmativos (que incluían los de Estados Unidos y la Unión Soviética), 13 en contra (los estados árabes y musulmanes) y 10 abstenciones. Todos los estados árabes en bloque, que habían formado la Liga Árabe poco tiempo antes, rechazaron de plano esa resolución, que declararon “nula e inexistente”.

«Los británicos facilitaban la emigración masiva: atribuían un territorio que no les pertenecía a un movimiento que tampoco tenía derecho alguno sobre aquellas tierras»

En la larga serie de informes, misiones y conferencias que desde la misma Conferencia de Paz de París con que concluyó la Gran Guerra se produjeron a consecuencia del firme rechazo palestino –con enfrentamientos crecientemente duros entre, primero, palestinos y británicos y, luego, entre palestinos y la coalición de hecho judeo-británica– al asentamiento masivo de judíos en su territorio y, más todavía, a la constitución de un futuro Estado judío, siempre quedó claro, y registrado. Pero no era menos verdad que los británicos hacían cuanto podían para facilitar la emigración masiva, manteniendo la actitud ignominiosa que ya reflejaba la “Declaración Balfour”: la atribución de un territorio que no les pertenecía a un movimiento, que tampoco tenía derecho alguno sobre el territorio, más allá de la fuerza de una propaganda, de base fuertemente mítica, acerca de la “Tierra Prometida”, que anunciaba la drástica transformación demográfica con el fin de dominarlo sin compartirlo.

La alarma de los palestinos estaba bien justificada: si la población judía era en 1917, en el momento de la “Declaración Balfour”, de unos 60.000 efectivos entre 640.000 árabes, tan pronto como 1922 ya eran 84.000 y en 1937 alcanzaba los 175.00; con el incremento que supuso la persecución nazi llegarían a 430.000 en 1939. De un escaso 9 por 100 del total se pasaba en veinte años a un 30 por 100: todos los temores árabes se confirmaban, con el añadido de que las tierras adquiridas por los recién llegados eran las más fértiles y productivas.

Con los terribles enfrentamientos de las dos comunidades entre ellas y de ambas con las fuerzas británicas (que ya hemos señalado que, estratégicamente, se alinearon descaradamente con la Haganah judía, pese al castigo que sufrían de la parte de los grupos armados terroristas judíos Irgún y Stern) se abrió paso entre las autoridades británicas la idea de la partición, lo que se enfrentó a la negativa de ambos grupos étnicos: los judíos querían un Estado judío sobre toda Palestina y los árabes querían la independencia prometida en un Estado interétnico con la mayoría árabe existente (aunque cada vez más desafiada), por lo que se mantuvieron opuestos con dureza, tanto al Estado judío como a la partición; la opción mayoritaria estaba clara, así como el espíritu de las promesas británicas y también de la Conferencia de Paz: un Estado único, aconfesional y en el seno de la Federación Árabe que el nacionalismo sirio-árabe del momento mantenía como objetivo surgido de la guerra.

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Ante esta tesitura, la Comisión de las Naciones Unidas creada para resolver este problema, propuso la votación de dos alternativas, frente al rechazo árabe-palestino una vez más: un Estado federado con dos provincias, árabe y judía, o dos Estados independientes, si bien “económicamente unidos”. El voto final fue para la segunda alternativa, y de nuevo se humilló a los palestinos con una división sangrantemente desigual e injusta: al Estado judío se le asignaba el 56,47 por 100 del territorio, con 600.000 judíos ya instalados, y al Estado árabe el 42,88 por 100, con 1.200.000 árabes existentes de antiguo (el restante 0.65 por 100 se otorgaba a una Jerusalén internacionalizada). Cuando, tras la declaración unilateral de independencia, siguió la guerra que Israel ganó, la consiguiente operación de expulsión y limpieza (el “Plan D”) llevó al éxodo a 700.000 palestinos (la Nakba, ¡la catástrofe!), y el nuevo Estado alcanzó los 20.850 km2, quedando para los palestinos 5.400 km2

«El Estado israelí se ensaña con los dos últimos reductos palestinos reconocidos: Cisjordania y la Franja de Gaza, inviables por la ocupación, las exacciones y la asfixia»

Setenta años después la situación de los palestinos traicionados y maltratados no ha dejado de empeorar, hasta llegar a un punto carente de perspectivas viables y de relevancia internacional, que se sitúa muy cerca de los designios históricos sionistas, profundamente racistas. A ello han contribuido numerosas causas, casi todas relacionadas con el desamparo y la indiferencia ante este problema por parte de las potencias mundiales, no sólo las occidentales. Agotado el periodo de resistencia violenta, que buscaba sobre todo llamar la atención mundial; neutralizados los Estados árabes decisivos en este conflicto (Egipto, con el tratado de paz que siguió a Camp David, y Siria semiaislada y sin capacidad para afrontar el poder militar israelí); desaparecida la Unión Soviética (que tras la Guerra de los Seis Días había cambiado su actitud general hacia Israel, respaldando a los palestinos); habiéndose traducido los Acuerdos de Madrid (1991) y Oslo (1993) en nuevas concesiones palestinas, todas ellas burladas y malgastas por la intransigencia de Israel, siendo la más ingrata de todas el reconocimiento formal del Estado de Israel por la OLP, que a cambio recibió la investidura como Autoridad Palestina, una especie de autonomía controlada y maniatada… el Estado israelí se ensaña con los dos últimos reductos palestinos reconocidos, aunque no respetados: la llamada Cisjordania y la Franja de Gaza, desvinculados entre sí e inviables de hecho por la ocupación, las exacciones y la asfixia.

La comunidad internacional consiente en la multiplicación de asentamientos judíos en ambos territorios, que sólo en Cisjordania (con Jerusalén Este) superan el centenar de colonias y el medio millón de nuevos llegados; estos inmigrantes suelen ser judíos de la diáspora y ultraortodoxos, convencidos de que su implantación obedece al mandato divino de la “Tierra Prometida”. Añadamos el ignominioso muro que cerca la Cisjordania, según el modelo del “apartheid” sudafricano, las cárceles repletas de prisioneros palestinos, incluidos varios centenares de mujeres y menores de edad, el implacable proceso de destrucción física de la tierra y la agricultura palestinas… para dudar mucho de que las Naciones Unidas pueden sentirse orgullosas de aquel paso que dieron en 1947, dando pie a un Estado militarista, racista, teocrático y fanático, un verdadero cáncer en el Próximo Oriente desde entonces.

CONTEXTO HISTÓRICO AUDIOVIDUAL:
Al Nakba Movie (1/2). Los orígenes de La Nakba. Subtítulos en español. / aljazeeratalk (YouTube)

PARTE I

PARTE II

Fuente: https://www.cuartopoder.es/internacional