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La Carga de Responsabilidad de Lord Balfour

Por: Mahmoud Abbas

Hace un siglo, la Declaración Balfour allanó el camino a la creación de una hogar nacional judío en Palestina. El presidente del Estado de Palestina exige al gobierno del Reino Unido disculparse por un documento que desencadenó un siglo de sufrimiento y desposeimiento para el pueblo palestino.

El presidente de Palestina Mahmoud Abbas en la 72 Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el 20 de septiembre de 2017. Justin Lane / Agencia de Prensa Europea

Este año, nuestra nación rememora cien años de la Declaración Balfour. Lord Arthur Balfour era secretario de Asuntos Exteriores británico que decidió cambiar la identidad y el destino de Palestina, una tierra que no le pertenecía, prometiéndola al Movimiento Sionista y alterando dramáticamente la historia del pueblo palestino. En este sombrío aniversario, es importante recordar algunos hechos históricos claves, que siguen siendo relevantes para lograr una resolución justa, duradera y pacífica de un siglo de injusticia.

Hasta el día de hoy, el Reino Unido evade su responsabilidad histórica al negarse a pedir disculpas a una nación que aún vive en el exilio y bajo la ocupación como resultado de la gestión no ética de sus políticos. En 1917, Palestina tenía una población robusta de más de 700,000 habitantes que vivían en casi 28,000 kilómetros cuadrados. Palestina poseía una sociedad bien establecida, orgullosa de su historia y de su patrimonio cultural; y de la tradición de siglos de coexistencia y tolerancia entre sus habitantes. La ciudad de Jerusalén- construida por los Jebuseos, una de las tribus cananeas-, los antiguos puertos de Jaffa y Haifa, las ciudades bíblicas de Gaza, Belén, Nazaret, Hebrón y Nablus; así como también, una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo, Jericó, ubicada a lo largo de la costa del  Mar Muerto y el fértil Valle del Jordán, todos son testigos de esta rica civilización. Palestina tenía diversas instituciones educativas y culturales, periódicos; y una economía que incluía la exportación de cítricos y una próspera industria de servicios como de turismo. Era un país habitado principalmente por árabes, en su mayoría musulmanes y cristianos, pero también con una pequeña minoría judía.

Desgraciadamente, el texto de la Declaración Balfour se refería a la gran mayoría de la población como las “comunidades no judías”, en un intento deliberado de sentar los fundamentos y las bases para negarles los futuros derechos políticos. Balfour estaba completamente atrincherado en la ideología colonial sin ningún respeto a la presencia profundamente arraigada de los palestinos, cristianos y musulmanes. En 1922, escribió: “El sionismo, ya sea correcto o incorrecto, bueno o malo, está arraigado en tradiciones centenarias, en necesidades presentes y esperanzas futuras de una importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de 700,000 árabes que ahora habitan esa tierra ancestral.” Fue un evidente desprecio de la presencia, la historia y los derechos de la población que había habitado la tierra durante siglos. Examinado el trasfondo de los debates actuales en la política internacional, Balfour podría haber sido llamado fácilmente como un “supremacista blanco”.

La Declaración Balfour de 1917 simboliza el rol internacional en la catástrofe y el éxodo palestino, Al Nakba de 1948. Ha pasado un siglo desde que se redactó esta ominosa declaración, y está pendiente desde hace mucho tiempo que la comunidad internacional asuma su responsabilidad legal, política y moral de hacer efectivos los derechos inalienables del pueblo palestino. Esta prolongada injusticia continúa poniendo a prueba la credibilidad de nuestro sistema internacional, socavando las leyes y el marco de los derechos humanos, los cuales son fundamentales para su longevidad, para la paz y la estabilidad, dentro y entre las naciones.

El amargo legado de Balfour

La Declaración Balfour, a pesar de su gran impacto en nuestro destino como nación, nunca fue materia de consenso entre los políticos británicos. La declaración continuó con un Mandato Británico en Palestina que pronto resultó atrapada entre el disparate de Lord Balfour y la realidad sobre el terreno. En los años siguientes, el dominio colonial británico lidió con las contradicciones de sus promesas a los pueblos judío y árabe. Varias comisiones británicas se reportaron a Londres en un esfuerzo para hacer que su gobierno se diera cuenta y entendiera que ya había un pueblo bien arraigado en Palestina. En 1922, el Parlamento Británico rechazó el Mandato Británico sobre Palestina precisamente porque incluía el cumplimiento de la Declaración Balfour como parte de sus objetivos. De hecho, fue el único miembro judío del gabinete británico, Sir Edwin Montagu, quien expresó su rechazo en estos términos fuertes: “No negaría a los judíos en Palestina derechos iguales en la colonización frente a aquellos que profesan otras religiones, pero una prueba de ciudadanía con base religiosa me parece es la única admitida por aquellos que tienen una visión intolerante y reducida de una época particular de la historia de Palestina, y reclaman para los judíos una posición a la que no tienen derecho.”

La perfidia de Balfour anticipó la falta de respeto de la comunidad internacional por los derechos de los palestinos después de la fundación de Israel. Treinta años después, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) adoptó la Resolución 181 (II) que llama a la partición de Palestina en dos estados. Una vez más, esta decisión hizo caso omiso de los deseos, las aspiraciones y los derechos de la población nativa de Palestina. Los líderes palestinos no escatimaron esfuerzos para comunicar la voz del pueblo, visitando Londres en innumerables ocasiones, así como otras capitales del mundo, pidiendo que se respeten los derechos del pueblo árabe-palestino y llamando a que se decida el destino de Palestina a través de elecciones libres y democráticas que reflejaran la voluntad de su pueblo. Esto fue totalmente ignorado por el gobierno británico, guiado por la agenda Balfour negando los derechos políticos de nuestra nación.

El mundo votó la partición de Palestina, pero su pueblo no lo hizo. La comunidad internacional estaba dispuesta a apoyar el deseo sionista de construir un estado en Palestina, pero no tenía la determinación de supervisar la implementación de sus resoluciones, lo que condujo a la Nakba (catástrofe), que llevó a más de dos tercios del pueblo palestino a convertirse en refugiados, incluyéndome a mí. Mi ciudad natal de Safad sufrió una limpieza étnica total de su población árabe musulmana y cristiana. Al igual que Safad, al menos 418 aldeas palestinas sufrieron dicha limpieza étnica, despobladas a la fuerza y destruidas.

La comunidad internacional no cumplió con la implementación de la Resolución de Partición 181 de la ONU, una resolución que incuestionablemente no llamó ni permitió el desplazamiento forzoso de la población palestina. Tampoco implementó la Resolución 194 (III) para el retorno de los refugiados palestinos a sus hogares. De hecho, el reconocimiento de Israel por parte de las Naciones Unidas estaba condicionado con la implementación israelí de esta resolución. De igual forma similar, desgraciadamente, la comunidad internacional ha fallado en la implementación de las innumerables resoluciones de la ONU que exigen que Israel ponga fin a su ocupación militar que comenzó en 1967, incluido su proyecto colonial de asentimientos. Este fracaso ha afianzado la impunidad israelí, prolongando el conflicto, el sufrimiento y la injusticia que soporta nuestro palestino.

 

 

De Balfour a 2017: cien años de impunidad

La ocupación israelí que comenzó en 1967-ocupando el 22% restante de Palestina, abarcando la Franja de Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental- inició una política sistemática y multidimensional de colonización del territorio ocupado que no ha cesado durante más de cinco décadas, perjudicando las perspectivas de una solución política. Aunque la Organización para Liberación de Palestina (OLP), en un compromiso histórico y doloroso, reconoció a Israel conforme a las resoluciones de la ONU y declaró el Estado de Palestina en tan solo 22 por ciento de la Palestina histórica, Israel sigue negando el derecho inalienable del pueblo palestino a la libertad y la autodeterminación.

La presencia de asentamientos ilegales en todo el territorio palestino ocupado ha amenazado la posibilidad de la implementación de la solución de dos Estados. Esta es claramente la meta del actual gobierno derechista de Israel que no rehúye a esconder tales intenciones. Es ampliamente reconocido que la prolongada ocupación israelí y su proyecto de colonización han destruido prácticamente la perspectiva de la solución de dos estados respaldada internacionalmente sobre las fronteras de 1967, consolidando así la realidad de un solo estado, Israel, que controla toda la tierra de la Palestina histórica, mientras impone dos sistemas diferentes: uno para los judíos israelíes y otro para los palestinos.

Ya desde 1993, la OLP reconoció el derecho de Israel a existir y aceptó participar en varias rondas de negociaciones en el proceso de paz de Medio Oriente destinadas a lograr un acuerdo de paz integral. Después de más de veinte años de negociaciones, queda claro que el gobierno israelí no está interesado en la paz. Para Palestina, el proceso de paz es un medio para la aplicación del derecho internacional y la implementación de la justicia; el proceso no es un fin en sí mismo, pero el gobierno israelí lo ha utilizado constantemente como tal y detonó las “negociaciones” como una cortina de humo para una mayor colonización de la tierra palestina, incluida Jerusalén Oriental, con el objetivo de atrincherar su control en todo el territorio.

La solución de dos estados respaldada internacionalmente no es aceptada por ninguno de los partidos políticos que componen la coalición del actual gobierno israelí. Sus líderes continúan incitando y lanzando discursos de odio contra el pueblo palestino y una retórica incendiaria contra sus derechos y aspiraciones nacionales. Esto ha incluido el peligroso uso de la religión para justificar crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos, que es algo que creemos de suma importancia y consecuencia para la paz y la seguridad regionales e internacionales; y hemos advertido constantemente sobre los intentos israelíes de convertir un conflicto político y  territorial solucionable en una guerra religiosa.

Así como el Likud, partido del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, reafirmó su programa político que niega cualquier posibilidad de creación de un Estado Palestino, sobre el terreno los colonos y las fuerzas de ocupación israelí siguen actuando con odio y agresión contra el pueblo palestino, reduciendo más aún la perspectiva de la coexistencia pacífica. Continúan los ataques contra los civiles y las propiedades palestinas, en lugares sagrados cristianos y musulmanes; y los hogares continúan siendo demolidos, desplazando por la fuerza a nuestro pueblo para allanar el camino hacia una mayor expansión de los asentamientos coloniales.

La realidad de un solo estado impuesta por el gobierno israelí no podría ser posible sin la impunidad que ha otorgado la comunidad internacional. El proyecto israelí de asentamientos coloniales en Palestina ocupada no podría tener éxito sin la apertura de mercados internacionales a los productos ilegales israelíes, sin acuerdos de libre comercio que acojan estos productos, sin que las empresas internacionales y la economía israelí se beneficien mutuamente de esta negación sistemática de los derechos palestinos; y sin los compromisos de varios gobiernos de que, independientemente de las violaciones y los crímenes que ejecute Israel, este, seguirá gozando de total impunidad.

No se equivoquen: los palestinos aprendimos las lecciones del colonialismo de Balfour. Recientemente hemos sido testigos de la persistencia del pueblo palestino en el este de Jerusalén en rechazo de los intentos israelíes de cambiar el status quo histórico de la Explanada de la Mezquita Sagrada de Al-Aqsa. Esta hermosa demostración de resistencia popular no violenta hizo eco en todos los rincones del mundo. Así como nuestros jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, cristianos y musulmanes, y miembros de todas las facciones políticas se unieron para defender Jerusalén, no podemos dejar de recordar a quienes se opusieron a las políticas británicas en la notable huelga nacional de 1936 o a la ocupación israelí en el Primera Intifada en 1987. Los palestinos han demostrado al mundo y a muchos israelíes que la “fantasía” colonial de hablar de paz y coexistencia mientras se niegan sistemáticamente a los derechos de un pueblo bajo ocupación militar represiva nunca puede tener éxito; y que el derecho de un pueblo a la autodeterminación y la libertad no puede ser aplastado, rechazado, ni negado.

Nuestra visión para una paz justa y duradera

La persistencia y la resiliencia de nuestro pueblo deberían servir como un mensaje al mundo entero, y en particular a Israel, de que no habrá paz en nuestra región sin el cumplimiento de los derechos inalienables del pueblo palestino. Nuestra visión de paz es de gran compromiso y se basa simplemente en lo que nos corresponde según el derecho internacional y las resoluciones de la ONU: un estado soberano e independiente que pone fin completamente a la ocupación israelí que comenzó en 1967, con Jerusalén Oriental como capital, asegurando al mismo tiempo que Jerusalén podría ser una ciudad abierta entre sus partes oriental y occidental. Aspiramos nuestro control soberano sobre nuestros recursos naturales, espacio aéreo y fronteras marítimas. Aspiramos y continuaremos exigiendo la libertad de todos nuestros presos políticos, víctimas de la ocupación israelí y la negación sistemática de nuestros derechos nacionales. Con casi un millón de presos desde 1967, el caso de nuestros presos políticos refleja dolorosamente la situación general de toda nuestra nación. Además, reiteramos que para poner fin a las reclamaciones con Israel, debe haber una solución justa para los siete millones de refugiados palestinos basados ​​en la elección de cada refugiado. Nuestra nación, con el mayor grupo de refugiados del mundo y la situación de refugiados más prolongada de la historia contemporánea, tiene derecho al respeto y al cumplimiento de sus derechos, incluyendo la implementación de la Resolución 194 de la AGNU y la Iniciativa de Paz Árabe.

Una paz justa y duradera es posible. Requiere la plena implementación de los derechos inalienables del pueblo palestino, que se han postergado desde hace tiempo. Anhelamos una nueva realidad donde nuestras familias ya no estén divididas por leyes racistas, como la ley de ciudadanía israelí; donde nuestros jóvenes talentos no se vieran obligados a abandonar su país debido a una economía sofocada y a la falta de oportunidades. Visualizamos un Estado que pueda acoger la innovación y los talentos desarrollados por nuestra exitosa diáspora. Donde sea que hayan migrado, ya sea a los Estados Unidos, América Latina, Europa, Australia o el mundo árabe, los palestinos han demostrado tener éxito en varios campos y contribuyen positivamente a sus respectivas comunidades. Visualizamos una realidad de paz en la que millones de personas, exitosos médicos, ingenieros, banqueros, deportistas, artistas, clérigos, maestros, estudiantes, trabajadores, políticos y activistas sociales finalmente podrán hacer de Palestina su hogar.

Reconocer los derechos palestinos: una disculpa

Que la Declaración Balfour haya sucedido es un recordatorio de que los palestinos deben ser escuchados y respetados por la comunidad internacional. Un paso importante efectuado para la reparación ha sido la búsqueda del reconocimiento internacional del Estado de Palestina, incluyendo nuestro nuevo status de “Estado no miembro” en las Naciones Unidas, alcanzado el 29 de noviembre de 2012. Este Estatus nos ha permitido acceder a numerosos tratados y convenciones internacionales, y adherimos a varios organismos internacionales alcanzando cincuenta y cinco afiliaciones hasta ahora, que van desde las Convenciones de Ginebra hasta el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI).

Después de décadas de control israelí sobre nuestras vidas, es importante no caer en la desesperación y mantener viva la esperanza. Seguiremos aprovechando nuestros logros de reconocimiento de los Estados y accederemos a los tratados internacionales, incluido nuestro derecho a buscar justicia para el pueblo palestino en la CPI frente a esta ocupación criminal continua. Esto también es una confirmación de nuestro respeto por el derecho internacional y la disposición a cumplir con nuestras obligaciones y responsabilidades en ese sentido. Al mismo tiempo, continuaremos nuestros esfuerzos para lograr una paz justa y duradera con Israel sobre la frontera de 1967. Tenemos el derecho de utilizar todas las vías diplomáticas, políticas y legales para proteger nuestra nación, lograr la justicia y nuestros derechos inalienables, pendientes desde hace mucho tiempo.

Este proceso debe ir de la mano con los esfuerzos para asegurar más reconocimientos bilaterales al Estado de Palestina. No hay justificación para no reconocer el Estado de Palestina. ¿De qué manera el reconocimiento de Palestina afectaría las posibilidades de paz? ¿Cómo dañaría las negociaciones? Nuestro derecho a la autodeterminación nunca ha sido negociado; la Corte Internacional de Justicia, en su opinión consultiva emblemática de 2004, afirma explícitamente que se trata de un derecho  erga omnes, que significa “respecto a todos”. Por lo tanto, es una responsabilidad internacional la de mantenerse erguidos para el cumplimiento de nuestro derecho, no una llamada de desmentir o rehuir. Por consiguiente, seguiremos instando a aquellos que claramente apoyan la solución de dos estados a reconocer dos estados, no solo uno.

Al mismo tiempo, mantendremos las puertas abiertas frente a la posibilidad de una reanudación de las negociaciones que buscan poner fin a la ocupación israelí y cumplir con nuestros derechos. Del mismo modo que hemos apoyado los esfuerzos franceses en la Conferencia de Paz de París, nos reunimos con el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente de China, Xi Jinping, y con muchos otros líderes mundiales con miras a alcanzar este objetivo; y, damos la bienvenida a los esfuerzos de la administración de EE.UU. en lo que el presidente Trump ha denominado el “acuerdo definitivo”. No vemos ninguna contradicción entre las negociaciones y continuar buscando justicia a través de las herramientas y los instrumentos legítimos disponibles en virtud del derecho internacional. Tenemos el derecho de utilizar todos los medios pacíficos para poner fin al tormento de nuestro pueblo y lograr sus derechos inalienables y sus legítimas aspiraciones nacionales.

La dirección palestina comprende la urgencia, así como los peligros de la situación actual, y continuaremos exigiendo que la comunidad internacional asuma sus responsabilidades, incluyendo la provisión de protección para nuestro pueblo, conforme al derecho internacional humanitario, y trabajando en conjunto para poner fin a la impunidad de Israel.

Mahmoud Abbas es el presidente del Estado de Palestina y presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Se desempeñó anteriormente como Primer Ministro de la Autoridad Nacional Palestina en 2003, y antes de eso fue jefe del Departamento de Asuntos de Negociaciones de la OLP. Dedicado a reiniciar las negociaciones de paz con Israel, el presidente Abbas jugó un papel decisivo en la negociación y conclusión de los Acuerdos de Oslo en 1993 y 1995. En 2011, presentó la candidatura de Palestina como miembro de las Naciones Unidas, lo que llevó al reconocimiento de Palestina como Estado Observador en la Asamblea General de la ONU y como miembro de pleno derecho en varias agencias de la ONU y tratados internacionales, y para el reconocimiento internacional del Estado de Palestina por hasta 138 países. Es autor de Through Secret Channels, The Road to Oslo.