Por Rafael Araya Masry
@arayamas
Periodista, Analista Internacional
Presidente de la COPLAC (Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe)
Bastó un movimiento político del Presidente norteamericano para que el mundo volviera los ojos hacia un conflicto que, como el palestino-israelí, ya se había transformado solo en una especie de incómodo lunar en el cuerpo de este mundo globalizado. Es decir, se sabía que existía, era visible, se podía tocar tangencialmente, pero no molestaba lo suficiente como para que fuese tomado seriamente en cuenta. El status quo en que se mantenía como un cuerpo sometido a un coma inducido, aletargaba día a día la posibilidad de resolver esa suerte de estado de hibernación que nadie parecía demasiado entusiasmado en romper, más allá de lo estrictamente declamativo o como una simple expresión de deseo.
Claro, hasta que apareció Donald. No, no. No el Pato Donald, sino, el mismísimo Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, ése, el de “América para los americanos”, el gran expulsador y perseguidor de inmigrantes, árabes, musulmanes, mexicanos, hondureños, guatemaltecos, ah, y rusos, por supuesto. Y que no tuvo mejor idea que reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel, la niña de sus ojos. Y fue entonces que Donald se sentó sobre la Resolución 181, la 194, la 242, la 338, la 446, la 478, la 497, la 3236, la 1322, la 2334, etc. y cuanto pronunciamiento exista de parte de la ONU o la Corte Internacional de Justicia, tendiente a la creación de dos estados soberanos, de los cuales y hasta nuestros días, sigue existiendo solo uno: Israel. Si hasta el propio Rey de Jordania está indignado, porque su país es históricamente el “Custodio de los Santos Lugares” y esta decisión de su aliado mayor, pone en entredicho su propio papel en Jerusalén.
Pero no nos confundamos, no fue una muestra de amor excesivo y visceral por Israel el principal motivo que llevó a nuestro Donald a tomar tal decisión. Su amigo del alma, Sheldon Adelson, un magnate del juego que posee casinos hasta en Macao, antigua posesión portuguesa en China, le pasó factura por los 36 millones de dólares que puso en la campaña presidencial. Pero Adelson, que es un diversificador de inversiones, también financió la última campaña política de su gran amigo, Benjamín Netanyahu, quien en retribución, le permitió la instalación del más grande diario de distribución gratuita en Israel, “Israel Hayom”, en contra de la opinión de otros periódicos como el Jerusalem Post, Maariv, etc. ¿Ven como se juntan las puntas y quién hace de intermediario?
Sumemos a esto la constante presión de la AIPAC, American Israel Public Affairs Committee, la más poderosa organización de lobby sionista en los Estados Unidos, que consiguió en el año 1995 que el congreso norteamericano declarara por ley el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado de Israel y que los sucesivos gobiernos retacearon su implementación, más las exigencias de los grupos cristianos sionistas, a cuya cabeza encontramos ni más ni menos que al Vice Presidente, Mike Pence, y cuyos acólitos y seguidores conforman el núcleo duro del voto de Donald, necesitado de apoyos en momentos en que debe o intenta aprobar más leyes y ganar algunas elecciones en estados específicos y cuya victoria no está asegurada. Tal como sucedió en el estado de Alabama hace unos días. Es decir, también debemos mirar hacia el Estados Unidos profundo y conservador para encontrar la explicación de la decisión del gobierno de Donald. Tal vez más importante aún que su amor indisimulado con el Estado de Israel. Recordemos que su yerno es un conspicuo sionista que ha financiado asiduamente asentamientos judíos ilegales en Cisjordania –como lo son todos sin excepción- y su hija, Ivanka, una judía conversa.
Queda claro que con su visceral decisión, nuestro Donald se ha descalificado a sí mismo y a su país como un mediador imparcial y objetivo entre palestinos e israelíes, más allá de las frases de buena crianza que ha balbuceado diciendo que su reconocimiento de Jerusalén como capital israelí en nada afecta el lanzamiento de un proceso de paz. Se olvida nuestro personaje que, al reconocerle ese status a la Ciudad Santa, cuna de 3 las grandes religiones monoteístas, también de manera implícita está convalidando toda la ocupación del territorio palestino, acaecida durante la llamada Guerra de los 6 Días, en junio de 1967, poniendo en grave riesgo la llamada “Solución de Dos Estados” que cuenta con el aval de la mayor parte de la comunidad internacional, profundamente disgustada y enfrentada al Presidente norteamericano por su arbitraria y estentórea decisión. No en vano, la ONU le propinó dos durísimas derrotas: la primera en el CSNU al perder 14 votos contra 1 ( el suyo propio) y salvarlo usando su derecho a veto, y el siguiente, en la Asamblea General Extraordinaria convocada el día 22 de diciembre pasado, donde la votación fue 128 países que rechazaron la propuesta de Donald y solo 8 que apoyaron al gobierno de EEUU, incluido Israel y 35 abstenciones, incluida Argentina. Es decir, una paliza que prevaleció a pesar de las altisonantes declaraciones y amenazas explícitas tanto por parte de Nikki Haley, embajadora en la ONU, como del propio Presidente que, usando todo su poder extorsivo quiso cambiar por dinero o amenaza de sanciones el voto en el corazón de la ONU. Le fue pésimo, lo que transformó la votación en una derrota personal para Trump, en tanto y en cuanto él había cursado personalmente las correspondientes amenazas a quien osara votarle en contra. Ni lo tomaron en cuenta.
Pero en fin, no todo puede ser malo en el futuro que viene. Porque si bien Donald irrumpió en la cristalería de Jerusalén dejando el tendal en una situación que estaba relativamente quieta y bajo control, también es su propia imprudencia la que lo coloca al margen de cualquier proceso de paz que se aborde en el futuro. El Presidente palestino, Mahmoud Abbas ha sido extremadamente claro al descartar de plano cualquier participación de los Estados Unidos en una eventual futura negociación, lo que sin duda abre las puertas para que otros actores internacionales de peso –léase Unión Europea, Rusia, China, Turquía u otros- que hasta ahora habían sido meros espectadores, puedan jugar un rol decisivo en un futuro proceso de paz que pueda concretar en el terreno la solución de dos estados. Porque si eso no ocurre, pasará lo que el propio Presidente Abbas lanzó en la ONU: que de no haber una solución negociada y no se detiene la construcción de asentamientos, el futuro encontrará al pueblo palestino en una incansable lucha para lograr derechos civiles de igualdad ante la ley, donde cada persona signifique un voto para construir una sola sociedad laica, pluralista y democrática. Y eso sin duda, es el peor escenario que podría imaginar el establishment israelí, que aboga por mayorías sionistas, donde el pueblo palestino ocupe el último peldaño de la escala social, consagrando un sistema de apartheid que hoy se enseñorea por los territorios ocupados. Aunque siempre quedará la esperanza de que la comunidad internacional, que creó el problema en el terreno, pueda también aportar la definitiva solución con justicia para todos. Inch Allah.
Fuente: http://informepolitico.com.ar/donald-en-la-cristaleria/