Voluntad y capacidad de sacrificio son dos cualidades que definen muy bien la personalidad de Maher Abu Rmeileh, un judoca de Jerusalén Este que se convirtió en el primer deportista de la historia en clasificarse para representar a la Autoridad Nacional Palestina en unos Juegos Olímpicos.
Fuente: Ana Garralda, BBC Mundo
Otros cuatro atletas (dos corredores y dos nadadores) completan la delegación, pero ellos viajaron invitados por el Comité Olímpico Internacional (COI), organización que permite competir a atletas de naciones en conflicto aunque no hayan superado las eliminatorias.
“Es un orgullo poder llevar la bandera de mi pueblo junto a la de otros países”, me dijo Maher en su tienda de hijabs (velo islámico), ubicada en el corazón del barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén, antes de viajar a Londres.
Este joven de 28 años encabezó la delegación palestina en la ceremonia inaugural de los juegos que tuvo lugar este 27 de julio.
Seguramente, mientras desfilaba por el estadio olímpico, pensó en su padre, el hombre que le introdujo en el mundo del judo con tan sólo 6 años, una vez que decidió dedicar todos sus esfuerzos a que su hijo hiciera realidad el sueño que él no pudo cumplir por falta de recursos económicos.
“Me sustituye muchas veces en la tienda para que yo pueda ir a entrenar”, me comentó Maher aún en Jerusalén.
“Es la ilusión de toda la familia”, agregó orgulloso este hombre sencillo, de mirada amable, mientras atendía a varias señoras interesadas en el precio de los pañuelos; en su tienda cuelgan decenas de ellos, de todos los colores, formas y texturas.
Del negocio familiar al entrenamiento
Durante años, Maher ha estado saliendo del negocio familiar a las 15:30 con dirección al gimnasio Al Quds, en Jerusalén Este y a diez minutos caminando desde la Puerta de Damasco, uno de los principales accesos a la Ciudad Vieja.
Allí entrena diariamente entre 2 y 3 horas además del tiempo que pasa a primera hora de la mañana en la piscina del YMCA, en el lado oriental de la ciudad.
“Según se acercan los Juegos he aumentado las horas de entrenamiento por la mañana y por la tarde, aunque lo que hago sobre todo son estiramientos para evitar cualquier lesión antes de viajar a Londres”, comentó con el traje de judo ya enfundado.
En el gimnasio los deportistas se cambiaban a la vista de todos, utilizando las puertas de un armario a modo de biombo para tener un mínimo de privacidad.
Hani Halabi, su entrenador, daba directrices a los jóvenes judocas. Junto a las paredes, decenas de sillas azules se amontonaban, testigos de la multifuncionalidad de la sala, unas veces centro de conferencias, otras lugar de entrenamiento.
“Maher es el mejor judoca que tenemos en Palestina. Confiamos en que pueda traerse alguna medalla”, explicó Halabi, entrenador y responsable de la Federación Palestina de Judo.
Esta organización corre con los gastos del viaje gracias a los puntos (20) que Abu Rmeileh obtuvo durante el último Mundial de Tokio. Sin embargo, durante años este joven judoca ha costeado, con la ayuda de su familia, los gastos de los entrenamientos y las clases.
“Me gustaría dedicarme profesionalmente al judo y no tener que trabajar, pero la tienda es mi prioridad. Con ella puedo mantener a mi familia”, aseveró Maher.
Maher continúa ahora su entrenamiento en Londres. Sólo con viajar a la capital del Reino Unido y participar en el evento deportivo más importante del mundo se considera afortunado, aunque familia, amigos y vecinos tienen puestas sus esperanzas en él.
Sea cual sea el resultado que consiga, este deportista tiene claro lo que hará a su regreso: enseñar lo que sabe a los más jóvenes, como hizo su padre con él, “para que un día haya no uno, sino muchos judocas palestinos compitiendo por méritos propios y no por invitación en unos Juegos Olímpicos”.