Israel acuñó el término “Nakba” y todavía lo está implementando

Ilan Pappe

The Electronic Intifada

 

Durante el período de calma de julio entre las dos treguas de la guerra de 1948 que enfrentó a Israel y las tropas enviadas desde los Estados árabes vecinos para tratar de salvar Palestina se completó otra fase de la operación de limpieza étnica del país.

Mientras que en abril de 1948 las fuerzas sionistas habían destruido casi completamente el espacio urbano de Palestina, algunas bolsas en zonas rurales y tres ciudades, al-Lid, Ramleh y Nazaret, continuaban a salvo, aunque no por mucho tiempo.

Dentro de los diez días de este período de calma (que la historiografía israelí conoce como la “guerras de los diez días”) se ocupó más tierra palestina y se desarraigó a más personas. El recién nacido Estado de Israel prometió al mediador de la ONU de entonces dejar de luchar y explicó que las operaciones de julio no eran más que una limpieza menor de focos de resistencia.

La ONU no creyó la mentira, pero ya entonces era una organización sin recursos y desafortunada. Sólo se salvó la ciudad de Nazaret y no está claro por qué. En el último segundo, alguien convenció al dirigente sionista y primero en desempeñar el cargo de primer ministro de Israel David Ben Gurion, que deseaba a toda costa despoblarla no sólo de sus habitantes originarios sino también de las decenas de miles de refugiados que habían encontrado refugio en ella desde mayor de 1948, de que la dejara intacta.

Pero por el resto de Palestina empezó a apreciarse claramente la magnitud de la implacable despoblación y antes de dos meses se llegó a completar con la destrucción final de los palestinos de Galilea y del Naqab (Negev), situados respectivamente en el norte y en el sur de Palestina.

Israel advirtió de la “catástrofe”

Mucho antes de que los propios palestinos entendieran cuál era la esencia del plan general de los israelíes para expulsarlos y las implicaciones trascendentales que tenía la limpieza étnica de su país, los propios perpetradores encontraron un término árabe adecuado para describirlo: Nakba (catástrofe).

No fueron fuentes árabes o palestinas las que mencionaron por primera vez este término, sino fuentes de la inteligencia militar israelí. Apareció en los panfletos que las fuerzas aéreas israelíes distribuyeron durante aquellos diez días de julio la víspera de todos y cada uno de los ataques a un pueblo o ciudad.

Por regla general los panfletos pedían el desalojo “pacífico” del pueblo y de las zonas circundantes. El panfleto advertía de que si no lo hacían el pueblo sería severamente castigado. No hemos conservado todos los panfletos pero aquí tenemos uno lanzado sobre el enorme y hermoso pueblo de al-Tira, cerca de Haifa, a mediados de julio de 1948:

“La espada os degollará sin piedad o sin compensación. Si insistís en continuar con vuestra equivocada actitud […], sabed que nuestros aeroplanos, tanques y artillería reducirán a polvo vuestro pueblo, bombardearán vuestras casas, os destruirán, os arrancarán de vuestra tierra […] y vuestro pueblo se convertirá en un desierto. ¡Oh, habitantes de al-Tira, si deseáis evitar una Nakba [sic] […], rendíos! El victorioso ejército israelí ya ha demolido los criminales semilleros de Jaffa, Acre, Tiberiades y Safad. Ha ocupado decenas de pueblos en el norte y en el sur, y su ejército triunfador os destruirá en unas horas”.

A ojos de la embrionaria inteligencia israelí que preparaba la campaña de propaganda e intimidación contra la población originaria de Palestina, la destrucción y la expulsión era una nakba. Como sabemos, a lo largo de los años hasta hoy mismo la Nakba ha continuado por otros medios.

Desposesión

Pero en este verano de 2012 en que nuestra atención está centrada en Siria, Egipto, Irán y la crisis financiera, al distraernos de Palestina estamos creando otro período de calma en la interminable limpieza étnica de Palestina. Una funesta situación a la que contribuyen la parálisis de la política palestina y la apatía de la comunidad internacional.

El objeto de la limpieza étnica es, entre otros, los beduinos del Naqab. El mes próximo las autoridades israelíes van a empezar a implementar el Plan Prawer para la desposesión de los beduinos de Naqab (cuyo nombre proviene de Ehud Prawer, vice-presidente del Consejo de Seguridad Nacional Israelí y director del equipo de expertos que preparan el plan).

Hasta que el pasado mes de septiembre el gobierno terminó y autorizó el plan, la estrategia israelí para desplazar a 70.000 palestinos del sur del país había sido el estrangulamiento: negándoles electricidad, agua, educación o el acceso a cualquier infraestructura elemental. Una política que en sí misma, si se hubiera llevado a cabo en cualquier otra parte del mundo, habría sido condenada como crimen contra la humanidad. Pero por el momento ha fracasado y no ha disuadido ni quebrado la voluntad y la determinación de los beduinos.

De ahí el aspecto más activo del Plan Prawer: su objetivo es destruir físicamente y por la fuerza los 35 pueblos en los que viven estas 70.000 personas. Las primeras fases del plan ya se ejecutaron entre el pasado mes de septiembre y ahora ya se han demolido mil casas. La siguiente fase será mucho más exhaustiva y mortífera puesto que se ha creado una fuerza especial de policía para ejecutarla.

Esto es un ensayo de un mucho plan general israelí más importante concebido ya en 2001 por el primer ministro israelí Ariel Sharon y perfeccionado por su sucesor Ehud Olmert en 2007.

Un esquema unilateral de la demarcación final del Estado de Israel del siglo XXI. Los componentes de esta estrategia son convertir Gaza en un gueto, la anexión a Israel de la Zona C de Cisjordania (una zona definida por los Acuerdos de Oslo y que comprende más del 60% de Cisjordania) y la creación de un Bantustán Palestino en el resto.

También incluye la guetización de los palestinos del Naqab, el estrangulamiento de los palestinos en Galilea por medio de la construcción intensiva de nuevas colonias en ella y la inyección de población judía en los barrios árabes de Jerusalén, Jaffa, Haifa, Acre, Ramleh y al-Lid (acompañando de la creación de una nueva y compleja red de carreteras y autopistas [sólo para judíos] dentro de estas zonas).

A diferencia de la Nakba de 1948, la Nakba de 2012 se lleva a cabo a través de un plan general municipal, de regulaciones administrativas y de fuerzas especiales de policía. Es paulatina y burocrática, y por ello queda fuera del radar de un mundo al que, de todos modos, no parece importarle mucho todo ello.

Pero por diferentes razones esta política criminal que es sutilmente más criminal no se puede ejecutar plenamente en el Naqab. Esta coyuntura particular es un oportunidad tanto de exponerlo al mundo entero como de llevar a casa el mensaje de que quienes inventaron el término de Nakba siguen decididos a implementarla totalmente.

 

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