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“Nos alegramos de esta decisión pero, de entre todos los países del mundo, no cabía esperar menos de Sudáfrica”, dijo un activista palestino por los derechos humanos en reacción a la reciente decisión del gobierno sudafricano de prohibir la irregular denominación de los productos procedentes de las ilegales colonias israelíes como productos de Israel.
“En realidad, esperábamos más”, añadió el activista, evocando el largo historial de apoyo que los palestinos prestaron al Congreso Nacional Africano y al pueblo sudafricano durante el pasado siglo en su lucha por la libertad y la igualdad de derechos.
Estas palabras resumen cómo recibió la mayoría de los palestinos la noticia de la reciente medida adoptada por Sudáfrica, considerada como una victoria simbólica de la campaña a favor del boicot global, desinversión y sanciones (BDS, por sus siglas en inglés) puesta en marcha por los palestinos y un primer paso para poner fin a la complicidad con la ocupación, colonización y apartheid de Israel.
Tras una larga campaña de defensa y presiones por parte de grupos de activistas de los derechos humanos palestinos, sudafricanos e internacionales, especialmente Open Shuhada Street, que se han centrado sobre todo en Ahava, una compañía israelí que elabora sus productos en una colonia en la ocupada Cisjordania, el Ministro de Comercio e Industria de Sudáfrica emitió un aviso “requiriendo de los comerciantes… que no etiquetaran incorrectamente los productos que se originan en los Territorios Ocupados Palestinos (TOP) como productos de Israel”.
A pesar del estrecho y limitado alcance de la decisión, Israel reaccionó histéricamente, acusando de “racismo” a Sudáfrica, lo que refleja de forma clara su profundo temor a convertirse en el estado paria del mundo, especialmente a la luz de la reciente encuesta de opinión realizada por la BBC,en la que se mostraba que Israel competía con Corea del Norte en ser el tercer país peor percibido del mundo en opinión de las grandes mayorías de Europa y de las potencias económicas emergentes.
Israel teme que el creciente apoyo en Sudáfrica a las acciones y medidas de la campaña BDS, que abarcan el boicot académico, cultural y económico, pueda tener un efecto dominó a nivel internacional, teniendo en cuenta el liderazgo moral que Sudáfrica ejerce en el escenario mundial.
Y más importante aún, Israel se siente alarmado de que el boicot pueda extenderse por su segundo mayor mercado de exportación, la Unión Europea.
Días después del anuncio sudafricano, el Ministro de Asuntos Exteriores danés afirmó su intención de revisar un etiquetado diferenciado para los productos israelíes procedentes de los asentamientos, subrayando así que su país y toda la UE consideran ilegales la ocupación y las colonias.
El Ministro de Asuntos Exteriores irlandés Eamon Gilmore dijo a los medios, tras una reunión de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE, que Dublín, en el momento en que comience a ejercer la Presidencia de la UE a principios de 2013, podría proponer la prohibición, por toda la UE, de los productos obtenidos en las colonias israelíes.
El gobierno británico asesoró en 2009 a los supermercados sobre cómo etiquetar exactamente los productos provenientes de los asentamientos.
Impacto y aplicación
A pesar de su valor simbólico, la medida sudafricana es en buena parte inaplicable, como los países de la UE han ido averiguando a lo largo de los años.
En función de la legislación de la UE, los productos de los asentamientos están excluidos de las tarifas preferenciales de importación contenidas en el Acuerdo de Asociación UE-Israel.
Sin embargo, Israel hace trampas codificando los productos de los asentamientos en la sede corporativa de las empresas en Israel o agrupándolos junto a los productos israelíes, y las aduanas europeas carecen de los recursos necesarios para cotejar todos y cada uno de los envíos de Israel y poder detectar el fraude.
El analista Bill Van Esveld, de Human Rights Watch, explica: “Europa permite que Israel agrupe los productos de los asentamientos ilegales con productos fabricados en Israel, y que envíe todo el lote a los mercados europeos libres de aranceles. En vez de declarar con claridad los orígenes reales de todas sus exportaciones, Israel proporciona únicamente los códigos postales de origen, dejando para los importadores la tarea de reconocer qué productos son de los asentamientos, pero algunos de los productos de los asentamientos llevan códigos engañosos de sedes corporativas dentro de Israel”.
En esas circunstancias, insistir en que los supermercados y los comerciantes deban etiquetar diferenciándolos los productos de los colonos no suele tener un impacto tangible en la reducción del comercio con las colonias, porque Israel ha desarrollado una serie de mecanismos para sortear tales medidas.
En cambio, el movimiento BDS ha hecho campaña activamente a favor del boicot a las compañías que comercian con los productos de los asentamientos israelíes o que se benefician de algún modo de los asentamientos, porque todo eso es ilegal en virtud del Derecho Internacional.
Si bien distinguir los productos de los asentamientos es poco realista debido a las contramedidas de Israel, prohibir el comercio con las compañías que se benefician de esa ilegal actuación, así como de otras violaciones israelíes de los derechos humanos y del derecho internacional, es considerablemente más práctico y factible.
Una resolución bien construida a este respecto fue la adoptada por el Congreso de Sindicatos Británicos (TUC, por sus siglas en inglés), tras una larga campaña de la Campaña en Solidaridad con Palestina y sus poderosos afiliados en el movimiento sindicalista del Reino Unido.
El TUC, la mayor federación sindical del Reino Unido representa a alrededor de 6,5 millones de trabajadores y, en 2011, reafirmó la política adoptada en 2010 de “promover activamente entre sus afiliados, empleados y pensionistas la desinversión de, y el boicot de productos de las empresas que se benefician de los asentamientos ilegales, de la Ocupación y de la construcción del Muro” [énfasis añadido].
La Confederación de Sindicatos sueca, con 1,5 millones de miembros, la imitó, decidiendo hace pocos días apoyar el llamamiento hecho por el movimiento sindical palestino a boicotear los productos de los asentamientos, trabajando para “asegurar que el capital sobre el que se pueda tener control no se invierta en valores israelíes”, y asegurándose de que los empresarios “dejen de hacer negocios con las compañías que ganan dinero en los asentamientos israelíes”.
El grupo británico Co-operative, la quinta mayor cadena de supermercados en el Reino Unido, ha decidido recientemente no “comprar nada de ningún proveedor cuyos productos procedan de los asentamientos israelíes”.
La Iglesia Metodista Unida , que cuenta con doce millones de miembros en la comunidad mundial, aprobó una resolución en su última asamblea general en la que incluía el siguiente llamamiento a “todas las naciones para que prohíban… cualquier apoyo financiero a individuos u organizaciones dedicados a la construcción y mantenimiento de los asentamientos” , “prohibiendo asimismo… la importación de productos fabricados por empresasen los asentamientos israelíes sobre tierra palestina” [énfasis añadido].
El movimiento del BDS, al defender su principio de sensibilidad al contexto, deja que sean los socios –quienes endosan los principios básicos del llamamiento del BDS de 2005-, dependiendo del contexto, quienes decidan cómo y qué boicotear o desinvertir de; el movimiento del BDS ha reconocido siempre el valor táctico de aquellos boicots percibidos, de forma pragmática, como factibles y realizables.
En cualquier caso, el movimiento está tratando, en última instancia, de emular el boicot de Sudáfrica en los campos económico, académico, deportivo y cultural, para aislar a Israel –y a sus instituciones cómplices- hasta conseguir que acate totalmente las obligaciones señaladas por el Derecho Internacional y ponga fin a su ocupación, apartheid y negación del derecho de los refugiados palestinos (el 69% de toda la población palestina) a volver a sus hogares de origen de los que les arrojó en la limpieza étnica perpetrada en 1948 durante la Nakba.
Después de todo, en virtud del Derecho Internacional, es Israel quien tiene la responsabilidad de las ilegales colonias así como de todo el régimen de opresión colonial contra los palestinos de cualquier lugar.
Perjudicando a los palestinos
Un argumento que Israel repite a menudo como un papagayo contra el BDS alega que cualquier boicot o desinversión internacional, sin que importe cuán selectivo o concreto sea, “perjudicará ante todo a los palestinos”, ya que son la parte débil y dependen de las granjas y empresas israelíes para los escasos empleos disponibles.
Este argumento no es solo condescendiente al afirmar que saben, mejor que los palestinos, qué es lo que le conviene a sus intereses, también es un intento apenas velado de desviar la atención de los crímenes de Israel y de las obligaciones legales y éticas de los estados y de la sociedad civil internacional para exigirles responsabilidades; ese argumento es tan solo un plagio.
El mismo argumento, que los boicots perjudican a las poblaciones a las que tratan de ayudar, fue frecuentemente desplegado por el régimen del apartheid en Sudáfrica durante la década de los ochenta para evitar desesperadamente la espiral del boicot internacional de entonces.
Por ejemplo, un think tank estadounidense financiado secretamente por el gobierno sudafricano para promover sus intereses publicó en 1988 un informe titulado “Understanding Sanctions”, donde se postulaba que la oposición a las sanciones de los negros sudafricanos “afecta a todos los sectores, incluyendo los sindicatos, la iglesia y los líderes tribales, así como la población negra de a pie”.
También se afirmaba que “la desinversión no perjudica a nadie más que a quienes son demasiado pobres para poder hacer algo al respecto, y eso significa la inmensa mayoría de la población negra de Sudáfrica”, concluyendo que la inversión en Sudáfrica era el catalizador real de reformas positivas.
En respuesta a la asombrosamente parecida propaganda israelí, casi todo el espectro de la sociedad civil palestina, incluyendo todos los partidos políticos y sindicatos, han insistido en defender el BDS como forma principal de lucha a favor del derecho palestino a la autodeterminación.
Rindiendo homenaje a la decisión de boicot del británico Co-op, por ejemplo, las organizaciones y sindicatos agrícolas palestinos reiteraron su sólido apoyo al BDS y pidieron medidas prácticas de boicot similarmente eficaces y prácticas en apoyo de la lucha palestina por la libertad, la justicia y la igualdad.
En un comunicado conjunto de estas organizaciones de la sociedad civil se afirmaba: “Son bienvenidas, aunque son insuficientes, todas las políticas que excluyan la venta de productos que han crecido o se han empacado en los asentamientos ilegales. Las compañías de exportación agrícola etiquetan rutinariamente sus productos de forma engañosa y es sabido que el lugar de origen que aparece, Israel, es en realidad el de los asentamientos.
Y más importante aún, las compañías agrícolas como un todo son responsables de su conducta, y cualquier relación comercial con empresas que exportan –aunque sea parcialmente- desde los asentamientos o participan en cualquier otra violación israelí del Derecho Internacional, además de carecer de ética, está apoyando a Israel para que siga perpetrando nuevas violaciones del Derecho Internacional”.
Los palestinos consideran que cualquier prohibición eficaz, no importa cuán selectiva sea, sobre empresas, ya sean israelíes o cualquier otro país, que se estén beneficiando de la ocupación y apartheid de Israel es una especie de aperitivo que es bienvenido, pero, como dijo una vez el Arzobispo Emérito Desmond Tutu, lo que queremos es el “menú completo de derechos”.
Omar Barghouti es un activista palestino por los derechos humanos, miembro fundador del movimiento del BDS y autor de: “Boycott, Divestment, Sanctions: The Global Struggle for Palestinian Rights” (Haymarket, 2011)