Entrevista al célebre doctor Mads Gilbert
The Electronic Intifada
El ataque de Israel a Gaza durante tres semanas a finales de 2008 y principios de 2009 permitió que muchas personas conocieran la cruda realidad que padecen a diario los gazatíes. Fue un escenario de una película de horror que causó preocupación e indignación. Para otras personas, incluyendo al médico noruego Mads Gilbert, fue un llamamiento a actuar que llevó a trabajadores solidarios a volver a las devastadas calles de Gaza.
Gilbert conocía perfectamente este escenario. Es un veterano anestesista que ha estado trabajando en Palestina y Líbano en situaciones de emergencia. Instintivamente, en cuanto empezó el bombardeo Gilbert se puso en camino al hospital al Shifa de la ciudad de Gaza. Su experiencia que, por supuesto, compartió tanto con los médicos palestinos como con el personal del hospital a los que trataba de ayudar, se sigue considerando hoy uno de los ejemplos más duros del trabajo solidario.
A pesar de que la invasión israelí de Gaza por tierra y aire (conocida como Operación Plomo Fundido) tuvo lugar hace tres años y medio, sus secuelas se siguen notando hoy en día. Todavía no se han reconstruido las infraestructuras de Gaza ni se ha hecho a nadie responsable de los miles de muertos civiles.
Los relatos de lo que fue testigo Gilbert se han difundido ampliamente para arrojar luz sobre las trágicas consecuencias de este ataque y animar a otras personas a permanecer firmes en su trabajo solidario con los derechos de los palestinos.
Mads Gilbert habló con el colaborador de The Electronic Intifada Sami Kishawi.
Sami Kishawi: ¿Cómo se implicó usted en el movimiento de solidaridad por los derechos palestinos?
Mads Gilbert: En 1967, cuando estalló la guerra israelo-árabe, me ofrecí como voluntario para ir a Israel. Como la mayoría de los noruegos crecí con el relato de que Israel era un pequeño país heroico y en crecimiento que era constantemente atacado por sus vecinos. Así que cuando estalló la guerra, la embajada israelí hizo un llamamiento a que los noruegos acudieran como voluntarios a trabajar en los kibbutz. Se presentó como una forma de nuevo movimiento socialista. Yo me apunté.
Aquella misma tarde se puso en contacto conmigo una amiga de mi hermana, Ebba Wergeland, que se había enterado de que estaba planeando irme como voluntario a Israel. Fui a la residencia de estudiantes en la que vivía, tomamos un té y ahí fue donde me contó la historia de Palestina, una historia que yo desconocía.
Al día siguiente volví a la embajada de Israel y retiré mi formulario de voluntario, y en vez de ello decidí hacerme miembro del Comité Noruego Palestino (NPC, por sus siglas en inglés).
SK: ¿Cómo fueron sus experiencias en sus primeras misiones médicas en Palestina y Líbano?
MG: En 1981 fui testigo desde primera fila del bombardeo israelí de Beirut occidental y de la destrucción del barrio de Fakehani en el que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tenía su cuartel general en aquel momento. Los dirigentes palestinos hicieron un llamamiento a la comunidad internacional para que acudiera a ayudar a los heridos. Por medio del NPC organicé el primer equipo quirúrgico de emergencia y aquel fue mi primer encuentro con la diáspora palestina.
En 1982, cuando empezó la invasión de Líbano, volvimos a mandar equipos quirúrgicos de emergencia como medida de solidaridad. Logramos entrar en el asediado Beirut occidental donde trabajamos en un hospital provisional subterráneo instalado en la Escuela de Teología Oriente Próximo. Junto con doctores y enfermeros palestinos y libaneses hicimos operaciones veinticuatro horas al día para salvar vidas, la mayoría de ellas en quirófanos provisionales situados en tres plantas subterráneas de esta escuela católica.
Creo que mi devoción y dedicación al pueblo palestino quedaron grabadas para siempre en mi corazón y en mi cabeza durante este espantoso verano de 1982.
SK: ¿Qué le llevó a Gaza durante la invasión israelí en 2008 y 2009?
MG: Durante los últimos quince años he estado trabajando en Gaza intermitentemente. Doy clases en la universidad al-Azhar y he estado trabajando en muchos proyectos con el personal sanitario y el resto del personal de los hospitales al-Quds y al-Shifa.
Cuando empezó la invasión el 27 de diciembre de 2008, acababa de volver a Noruega después de dar clases en Gaza. Estaba extremadamente preocupado porque ya conocía el daño que el brutal bloqueo a Gaza estaba causando al sector sanitario, a la alimentación, al agua y a la seguridad de población civil del a Franja.
Mi ciudad, Tromsø, está hermanada formalmente con Gaza desde 2001 e inmediatamente decidí hacer un esfuerzo y volver para ayudar al hospital, no porque ellos no puedan desenvolverse, sino en solidaridad con ellos y para ser un testigo y una voz. Cuando mi buen amigo el doctor Erik Fosse me llamó aquella misma tarde decidimos rápidamente formar un equipo médico de emergencia y viajar a Gaza.
SK: ¿Qué le llamó la atención mientras permaneció en Gaza?
MG: Lo primero y más importante, me impresionaron extraordinariamente los profesionales sanitarios palestinos que estuvieron trabajando valientemente día y noche para salvar a sus compatriotas en las condiciones más difíciles que se puedan imaginar. Los héroes fueron ellos, no nosotros. También me impresionó la estoica valentía y el inquebrantable valor de la población civil palestina en medio de la muerte y del sufrimiento durante el brutal ataque israelí.
En segundo lugar, el carácter de los ataques militares israelíes fue increíblemente brutal y desproporcionado. El ataque a las infraestructuras civiles y a la población civil de Gaza, el continuo uso de armas ilegales como las bombas de fósforo blanco, y el que probaran nuevas armas, fabricadas en Estados Unidos, y extremadamente destructivas como el DIME [siglas en inglés de Explosivo de Metal Inerte Denso] y otras “bombas de pequeño diámetro”, todo ello indicaba que Israel utilizó su fuerza de forma injustificada y desproporcionada, en clara violación del derecho internacional de guerra y de las normas humanitarias.
También es importante el hecho muy especial de que este ataque cayó sobre una sociedad civil que ya se encontraba bajo un bloqueo, que ya estaba de rodillas y con una población civil muy joven (la media de edad en Gaza es de 17.6 años y el 58% de la población es menor de 18 años), incapaz de encontrar un refugio seguro, encarcelada como estaba por el bloqueo israelí. Pero lo más impresionante de todo es que no se derrumbaron. Organizaron la ayuda y no perdieron su humanidad. La dignidad y la disciplina del pueblo palestinos me emocionaron profundamente.
SK: El 3 de enero de 2009 usted envío un mensaje a sus contactos internacionales, que decía: “Han bombardeado el mercado central de verduras de la ciudad de Gaza hace dos horas. Ochenta heridos, veinte muertos. Todos vienen aquí desde Shifa. ¡Hades! Estamos rodeados de muerte, sangre, amputados. Muchos niños. Mujeres embarazadas, Nunca había pasado por algo tan horrible. Ahora oímos tanques. Cuéntalo, pásalo, grítalo. Cualquier cosa. ¡Haced algo!¡Haced más! ¡Estamos viviendo en los libros de historia, todos nosotros!”. Era un mensaje muy apasionado y urgente. ¿Qué estaba ocurriendo?¿Qué estaba viendo y haciendo?
MG: Estuvimos muy ocupados aquel día. Temprano por la mañana llegaron tres oleadas de heridos. Todos nosotros estábamos bastante exhaustos.
De pronto, todos los palestinos del hospital se pusieron a escuchar la radio FM en sus móviles. Fue entonces cuando supimos que Israel estaba bombardeando el mercado de verduras de Gaza. Oímos sirenas de ambulancia y empezaron a llegar los primeros heridos. Yo estaba en la zona de recepción del desastre a nivel del suelo del hospital al-Shifa y aquello era un infierno. No paraban de llegar víctimas. Tuve que dar unos pasos hacia atrás. Me quedé de pie ante la ventana y miré hacia afuera. Vi el humo de condensación los bombarderos israelíes y oí la orquesta de sirenas. Fue entonces cuando bajé y envié el mensaje, sin hacer un borrador y sin dudarlo, como un reflejo desesperado.
Había que decirlo. Envié el mensaje a algunos trabajadores de los medios que estaban al otro lado de la frontera en Israel y a personas en Noruega. Se propagó como el fuego en una pradera seca. Fue traducido y difundido por todo el mundo. Creo que la razón de ello fue que era un mensaje apasionado y auténtico, quizá más intenso que lo que relataban los medios. Esto no puede seguir, dije. Y sin embargo siguió todavía dos semanas más.
El texto de este mensaje se volvió gráfico en Noruega y fue traducido y difundido por todo el mundo. En cierto modo conectó a la gente con la realidad de Gaza.
SK: Todos conocemos las historias de desesperación, pero ¿vivió usted algún momento esperanzador o que levantara el ánimo durante su misión médica en al-Shifa?
MG: Cada día y a cada momento había momentos que daban ánimos. Incluso en situaciones desesperadas, el personal del hospital estuvo trabajando día y noche. Teníamos poca comida. Teníamos un flujo interminable de las heridas más espantosas y prácticamente todo el personal del hospital (los médicos, enfermeros, las personas que trabajan en las ambulancias y los voluntarios) se encontraban con familiares y amigos heridos. Sin embargo, nunca se vinieron abajo ni abandonaron.
Por supuesto, lloramos. Todos estábamos tristes e indignados. Pero había un fuerte sentimiento de estar en al-Shifa por una causa más grande, demostrar que el poder y la opresión militares, el racismo y la ocupación no van a ganar al final. Los palestinos de Gaza me mostraron una vez más las cualidades y la humanidad verdaderas.
Todas las ventanas de la pared este del bloque de quirófanos estaban hechas añicos. Entraba un aire helado. Los generadores estaban rotos y había constantes cortes de electricidad. Carecíamos de camillas y de mesas de operaciones. Tuvimos que operar en el suelo. Era una situación tensa, pero los palestinos permanecieron tranquilos. Utilizamos el humor como una forma de medicina. Había café árabe todo el tiempo y algo de comida. Al final de las dos primeras semanas acabamos recibiendo raciones de comida de la Organización Mundial de Alimentos. A pesar de todo, nadie abandonó.
SK: ¿Se puede decir algo más acerca del hecho de que Israel no haya asumido su responsabilidad por la muerte de muchas personas inocentes?
MG: Cuesta entender que se haya justificado a Israel sin ser llevado siquiera ante un tribunal o sin enfrentarse al mismo tipo de investigación a la que se habrían enfrentado cualquier otro Estado o entidad gubernamental en una situación similar.
Dada la responsabilidad moral del gobierno israelí y de su ejército, si se juzgara a Israel según la escala con la que se juzga a otros Estados, yo diría que Israel se presenta hoy como un Estado fallido. Emprendió una guerra contra una población civil ocupada y básicamente desarmada, en fuerte contraste con algunas de las normas más elementales y humanitarismo y de las leyes de guerra. E Israel sigue sin permitir, no digamos ya organizar, exámenes o investigaciones legales independientes de los crímenes de guerra perpetrados por sus políticos, sus comandantes militares y sus soldados.
También afirmaría que la comunidad internacional está fallando estrepitosamente al no aplicar a Israel las mismas normas estrictas que aplica a otros países. Es un increíble doble rasero que permite a Israel quedar impune ataque tras ataque, guerra tras guerra.
SK: ¿Cómo es la situación sanitaria en Gaza en estos momentos?
MG: A consecuencia del bloqueo israelí hay una anemia generalizada entre los niños y las mujeres debido a la malnutrición consecuencia del bloqueo y de la pobreza. La atrofia, según el cual un niño es más de dos desviaciones estándar más bajo de lo que debería ser, está aumentando rápidamente. En 2006 aproximadamente el 13.5% de los niños la padecían. En 2009 la padecen el 31.4% de los niños menores de dos años.
Dicho de otra manera, uno de cada tres niños o niñas está menos desarrollado de lo que debería estar. Y la atrofia no solo afecta al crecimiento, también afecta al desarrollo del cerebro y a la capacidad para aprender. Es una consecuencia directa de la malnutrición. Recordemos que no la ha provocado la sequía o un desastre natural, sino un falta deliberada y creada por el hombre de comida y de agua, impuesta, planeada y ejecutada minuciosamente en cada detalle por el gobierno israelí. Incluso han calculado cuántas calorías deben permitir entrar en Gaza para evitar la inanición total y “simplemente” provocar malnutrición hasta que esta llegue bajo el radar de las violaciones de los derechos humanos.
De forma similar, se han destruido las plantas para limpiar el agua y las estaciones de bombeo del alcantarillado y de las aguas residuales, y no se han reparado porque no se permite la entrada de piezas de repuesto debido al bloqueo. Las piezas de repuesto llevan dos años en la frontera sin que se permita su entrada en Gaza. También están retenidos contenedores donados por la ONU y Japón para depositar residuos sólidos.
En vez de ello, 280 conductores de carros tirados por burros se encargan de recoger manualmente la basura de los 600.000 habitantes de la ciudad de Gaza que, por supuesto, debería tener un sistema moderno. Además, no hay carburante para las estaciones de bombeo de agua. Los cortes de electricidad pueden durar 18 horas al día y la falta de carburante para las estaciones de bombeo de agua significa que el 50% de la población de Gaza recibe agua solo de seis a ocho horas al día cada cuatro día.
Así pues, ¿por qué Israel no deja a los palestinos tener agua limpia ni les permite limpiar las aguas residuales? ¿Por qué no les permiten recoger sus residuos sólidos? Esta claro que Israel quiere hacer que la vida de la comunidad palestina sea lo más difícil posible para quebrar su resistencia, para humillarlos y conquistarlos. Esto no va a ocurrir.
SK: Visité [el hospital de] al-Shifa hace menos de un año y me quedé atónito ante la falta de fondos y de recursos que padecen sus instalaciones. ¿Pueden hacer algo las personas que viven fuera de Palestina para ayudar a que el hospital se mantenga operativo? Y ¿cómo pueden contribuir estas personas al movimiento de solidaridad con Palestina?
MG: Necesitamos organizar y aumentar la presión política. Tenemos que influir en nuestros dirigentes, políticos y gobernantes. Tenemos que fomentar el movimiento de boicot, desinversión y sanciones contra el Estado de Israel. Hay un apoyo cada vez mayor al movimiento de solidaridad con Palestina.
Hay que convencer a las Iglesias, a las universidades y a los equipos deportivos de que boicoteen a Israel. Debemos explicar a los israelíes que no pueden esperar seguir haciendo “negocios como siempre” mientras continúe la ocupación y la opresión de los palestinos. Creo que al final esta presión política pacífica obligará a la población de Israel (y esperemos que también a la de Estados Unidos) a cambiar de postura.
En última instancia, creo que este trabajo en el frente doméstico es más eficaz que trata de pasar de contrabando equipamientos y suministros. La exigencia más fundamental es levantar el bloqueo a Gaza y permitir que se reconstruyan las infraestructuras de Gaza: las escuelas, los hospitales, las carreteras y el sistema de control de residuos. Acabar con la ocupación de Palestina y salvaguardar el retorno de los palestinos de la diáspora es un requisito previo para una paz duradera.
SK: ¿Qué me dice de las personas a quienes les atrae la medicina?
MG: Tenemos que concienciar a los estudiantes de medicina en las facultades. Hay que preparar a los estudiantes para que vean las pruebas de los extensivos y destructivos efectos que la ocupación israelí tiene sobre la salud de la población. Y ¿por qué no contactar con los estudiantes de medicina de Gaza y crear alianzas? Implicarlos en programas de intercambio con otras universidades y viajar, viajar, viajar y viajar.
Ir ahí y ver por uno mismo, no necesariamente para hacer un trabajo médico sino para conocer a estudiantes de medicinas y establecer asociaciones. Ellos están bien organizados y extremadamente motivados, y obviamente merece la pena el esfuerzo. La solidaridad entre individuos y pueblos es una fuerza muy firme y muy necesaria tanto en la actual situación en la ocupada Palestina como en los campos de refugiados fuera de Palestina. Cada persona puede tener una influencia siendo activa, no permaneciendo parada.
Sami Kishawi es un estudiante de la universidad de Chicago. Es miembro activo de Estudiantes por la Justicia en Palestina y del Movimiento de Chicago por los Derechos Palestinos, dos organizaciones juveniles que defienden los derechos por medio de la acción directa.