Haaretz
En lugar de alentar a nuestros jóvenes para que sean voluntarios y ayuden a la sociedad, los enviamos a la Policía de Fronteras. Sería mejor que se quedasen en sus casas.
Reut está en el duodécimo grado en una escuela cerca de Modi’in. Yo no la conozco, pero puedo asumir que es una buena estudiante y una hija devota. Ciertamente tiene un teléfono inteligente y una cuenta de Facebook, usa las marcas famosas y sale de marcha, como la mayoría de sus amigos. Sin embargo, Reut está buscando más significado en su vida, y lo ha encontrado en la Policía Juvenil de Fronteras. “Me da valores”, le dijo a la corresponsal de educación de Haaretz, Talila Nesher, la semana pasada. “Me gusta atrapar a los residentes ilegales”.
No hay que quejarse de Reut, que puede ser una chica encantadora y bienintencionada, ni tampoco de decenas de sus amigos que recibieron un lavado de cerebro en el movimiento juvenil. Eso es lo que pasa cuando los gendarmes entran en las escuelas. Eso es lo que pasa cuando la sociedad se contamina. Un oficial de la Policía de Fronteras viene a la escuela, habla de la fuerza, describe con orgullo su “obra sagrada” y atrae a los estudiantes a voluntarios para el servicio “con valores”.
Sus padres están muy orgullosos de Reut y sus compañeros de armas, que ya están caminando con fusiles M-16, y los profesores también están, sin duda satisfechos, con esta lección de la patria, como lo están los funcionarios del gobierno local. Mientras la mayoría de sus amigos están perdiendo el tiempo en las fiestas, los miembros de este movimiento juvenil pionero salen en misiones nocturnas. ¡Hurra por ellos!
La persona que los envió a la Policía Juvenil de Fronteras es despreciable. La persona que los atrajo con engaño, les lavó el cerebro y los envió a las despreciables misiones nocturnas, es probable que los haya corrompido irremediablemente. Si yo fuera su padre, les diría que vayan a mirar la televisión, a charlar en Facebook hasta la muerte o que vayan a esos bailes tontos en los clubes, cualquier cosa menos a la Policía Juvenil de Fronteras. Este movimiento moralmente degenerado debe ser disuelto, y ya mismo.
La Policía de Fronteras es una de las fuerzas más problemáticas que Israel ha establecido. Muchos, no todos, de sus soldados provienen de la pobreza, de las minorías y de los nuevos inmigrantes, que liberan sus frustraciones sociales con las personas más débiles que ellos, los palestinos. No es casualidad que Israel les envíe, entre todas las fuerzas, a los territorios. No es ninguna coincidencia que es la más brutal de nuestras fuerzas armadas, cuyos soldados con mayor frecuencia son objeto de denuncias oficiales.
Pero incluso si asumimos que la Policía de Fronteras es un mal necesario, ¿qué tiene que ver con un movimiento de jóvenes? ¿Qué tiene que ver con los valores? ¿Y por qué los adolescentes israelíes tienen que conseguir esta dosis de veneno y contaminación antes de su servicio militar, que ya corrompe lo suficiente?
La Policía de Fronteras no les dice quiénes son estos “residentes ilegales” que tanto disfrutan cazando en la noche. Bueno, son personas, igual que ellos, que sus padres, y si esta noticia no es suficientemente sensacionalista, entonces díganles que estas son las personas más miserables, que no tienen otra forma de alimentar a sus familias y que se arrastran en Israel en medio de la noche, a pesar de todos los riesgos.
Ese es el objetivo de casi todos ellos. Y para ello viven como animales y son cazados como animales, recientemente hemos estado usando animales para capturarlos. El ejército de Israel y la Policía de Fronteras incitan a sus perros contra ellos. Se esconden en sitios de construcción y detrás de rocas, en el calor y en el frío, regresan a sus casas sólo una vez cada pocas semanas, aterrorizados por la Policía de Fronteras. Apenas ven a sus hijos, por quienes ponen en peligro sus vidas y se humillan hasta morder el polvo.
Los contratistas israelíes se aprovechan de su situación y les pagan salarios vergonzosos, a veces retrasan el pago o no les pagan en absoluto. Y cuando se atreven a demandar a sus empleadores, como intentó hacer recientemente el trabajador Mohammed Darabya de Dura, son detenidos por estancia irregular. Darabya fue condenado a 20 días de cárcel, a pesar de que había sido enviado por la policía de Kiryat Arba para presentar su queja en Kiryat Gat. Tal vez fue la Policía Juvenil de Fronteras la que lo detuvo.
Alguien que envía a niños de la escuela secundaria a la caza de estos desafortunados, empieza nuestra militarización, la demonización y deshumanización de los palestinos tempranamente. Es suficiente lo que hacen con ellos en el ejército. Alguien que ve la “motivación” en esta actividad, que en Israel es otra acepción de la palabra militarización, debe responder a la pregunta ¿la motivación para qué? ¿Para cazar gente?
Miren lo que estamos haciendo a estos jóvenes (y a nosotros mismos). En lugar de fomentar la motivación de ayudar a otros, el voluntariado para ayudar a la sociedad o para estudiar democracia y derechos humanos, los enviamos a la Policía de Fronteras. Mejor que regresen a sus vacías vidas. Eso es preferible a la Policía Juvenil de Fronteras
Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/reut-seeks-meaning-in-her-life-1.406052